El domingo 10 de mayo de 1998



Un pedazo de mi vida.


El día domingo 10 de mayo de 1998, amaneció como un día más en mi vida, aunque ese día fuere “Día de la Mujer”. Lo único diferente de otro amanecer, fueron unos chocolates que a su despertar y con un beso, le di a Esther mi señora, para que supiera que ese día era recordada. Los domingos nunca nos despertábamos y nos vestíamos para ir a trabajar. Los domingos siempre pataneábamos en la mañana planeando el hacer de todo el día. Mientras Esther se puso a conversar por teléfono con su cuñada, yo me fui a mi escritorio a escribir en mi computador. Había empezado a escribir, cuando siento que Esther me grita un desesperado ¡¡¡Humbertooo!!! Era un grito con tanta angustia, con tanto dolor que yo salté como un resorte, porque sentí que ella estaba siendo atacada. Mi silla cayó hacia atrás. Corrí unos metros hasta nuestro dormitorio y la vi… inconsciente, tendida sobre la cama como una muñeca desmadejada. Su pierna derecha doblada, caía tocando el suelo. El teléfono estaba cerca de su mano izquierda, extendida y semi-doblada sobre las sábanas. Le toqué la carótida para ver si palpitaba. Nada… rogando al cielo y llorando… rogando por primera vez… pedí al Señor que me la devolviera… que no se fuera. Orando y llorando, llamé a su cardiólogo y a nuestra hija. Volví a tocar su carótida… y de pronto su corazón volvió a palpitar. La muerte… que se la estaba llevando, la tuvo que dejar. Fue el primer regalo que yo le pedí al cielo… y que el cielo me quiso dar. Nunca antes había rogado. Nunca antes se había desgarrado mi alma de tal manera. Nunca antes me había sentido tan solo, tan desamparado, tan desvalido. No pasaron 10 minutos y llegó la ambulancia de rescate cardiológico. Mireyita, nuestra hija, se fue con Esther en la ambulancia. Yo me fui cortando vientos, en mi auto detrás de ellas. Llegó la ambulancia a la clínica y después sigue una increíble historia médica, porque la muerte aún no se resignaba a aceptar la yapita que el Señor le había dado a Esther. Además de un infarto agudo al miocardio, Esther tenía un coágulo del tamaño de una aceituna de Azapa grande, en la aurícula derecha, que en cualquier instante podía provocar una trombosis cerebral. Casi sin probabilidades de sobre-vida realizaron la necesaria cirugía. Más de ocho horas trabajaron duro y a corazón abierto, para que pudiera vivir… sólo unos tres meses más… me dijeron.

Como un entremés, les contaré un hecho que supe después.

Yo le pregunté pero Esther nunca recordó haberme gritado ese desesperado ¡¡¡Humbertooo!!! que yo escuché. Lo que si recordaba era que estaba conversando con su cuñada en su pieza y de pronto ella estaba en una cama que no era su cama, en una pieza que no era su pieza, y rodeada de personas con batas y mascarillas de hospital ¿Qué me ha pasado? ¿Dónde está Humberto? preguntó…

Ese domingo 10 de mayo de 1998, yo abandoné todos mis trabajos para cuidarla. Ella estuvo un mes hospitalizada. En esos días, también, recibí la comunicación del Servicio de Salud donde yo trabajada, que por xxx… xxx… habían rescindido de mis servicios como xxx… xxxx… y yo, que antes de todo esto había cerrado mi consulta privada, quedé sin ingreso personal alguno. Con lo que teníamos pude vivir y cuidarla. Después arreglé el problema de mi jubilación y eso más un departamento chico, es lo único que salvé y que hoy aún tengo. Durante unos tres años y algo más, llevé con Esther una vida tranquila… hasta que por una descompensación hubo que colocarle un marcapasos. Terminada esta nueva operación que presentaron nuevamente riesgos inesperados, pero nuevamente los sorteamos con éxito. Para celebrar esta nueva convalecencia, fuimos solos a descansar en la casa del hermano de Esther en Viña del Mar, hermosa ciudad para veranear, en cualquier época del año, cuando uno puede hacerlo. Llegamos temprano a Viña y partimos casi de inmediato a almorzar a unos restoranes cerca del estero de Con-Con. A una ½ hora de casa en auto. Yo quería celebrar su recuperación y más que eso. yo quería celebrar el tenerla a mi lado, que estuviera conmigo. Quería celebrar su vida, viendo la blanca espuma que nace, al romperse las olas sobre las rocas del mar. Realmente sólo quería celebrar, el tenerla un poco de tiempo más. Ella pidió un congrio frito y yo no recuerdo que comí. Entonces como siempre y por sobre la mesa… yo tomaba su mano para decirle sólo mirándola… sin hablar… “Te amo …” Mientras miraba sus ojos verdes color de mar… Mientras gozaba la intensa alegría de estar, en un instante infinito.

Cuando el mozo nos trajo la cuenta, dijo… ¿Cómo estuvo el almuerzo? y comentó… Es raro ver una pareja como ustedes, de la edad de ustedes… tomaditos de la mano y mirándose con amor. Esther le fue a responder y se echó a llorar… Ud no sabe… le dijo… Esta es una yapita que me dio el Señor… quizás no me quiso llevar, para darme otro poquito de amor… Eso es lo que estamos celebrando… Sólo nos estamos dando amor…

Con el marcapasos, el tiempo para ella comenzó a correr. Rápidamente ella envejecía mientras yo me mantenía y moría de dolor. Afortunadamente podía estar siempre a su lado. Creo que con mis cuidados llenos de amor, Esther duró ocho años extra y algunos meses más. En ese tiempo perdí casi todo lo que habíamos tenido, en dinero y bienes materiales. Pero eso es nada, si uno tiene que darlo para estar con su ser amado. Yo por un instante sólo, hubiera dado mi vida.

Después del marcapasos, Esther supo que tenía sus días contados. Supo que en algún momento, no lejano, la vendrían a buscar y de escéptica que era, buscó fuerzas en su religión y yo la acompañé. Su primer paso fue asistir a las ceremonias de shabat. Fuimos donde el Rabino X que nos acogió y también su comunidad. Poco tiempo después y no se por qué… ella quiso una bendición sacerdotal. Ella la pidió directamente a sus rabinos conocidos y yo también lo hice. Todos ellos o iban a viajar, o tenían urgencias familiares o cualquier cosa pero ellos… los que creíamos nuestros amigos no se la dieron. Nuestra comunidad de entonces lo supo y al margen de cualquier rabino, nos casó y nos bendijo… Sin embargo eso no le bastó a Esther. Quería la bendición sacerdotal y además ser enterrada junto a mi, cuando yo me fuera al más allá.

Pasó el tiempo. En el año 2003 y yo ya le escribía versos de amor a mi enfermita. Versos para el corazón mío que con ella se iba. Con la poesía conocí al rabino Tzvi Freeman, ortodoxo y de Los Ángeles California USA. Le conté mis penas y él me envió el siguiente e-mail, que aún conservo físicamente. Lo conservo porque es un e-mail escrito con un lápiz hecho de puro amor.

----- From: Tzvi Freeman
----- To: H. Silva

Sent: Thursday, March 13, 2003 6:59 PM
Subject: Re: Fire fron heaven

May you be blessed with strength and light and joy, for you and your dear wife, in health and long, good life. G–d be with you and all that you do.

-- Rabbi Tzvi Freeman for Chabadonline


En español Tzvi me dice: Puedo bendecirte con fuerza, luz y alegría, a ti y a tu amada esposa, y que estos bienes los tengas en salud y con hermosa y larga vida. D's está contigo y con todo lo que haces.

En un momento tan difícil y especial de mi vida. Cuando yo luchaba por los días, por los minutos y segundos de Esther, dándole muchas alegrías y mucho amor, este rabino nos bendice a ambos. A mi, sabiendo que yo no era judío… y a ella sabiendo que sólo necesitaba amor. Pero esto no le bastó a Esther. Y en su locura… yo le encuentro la razón cuando pensaba… Es cierto… yo no creo que un anciano señor, con cara de bueno, sea la cara de D's. Pero si yo he respetado todos los mandamientos de amor… ¿Por qué no hay un sacerdote que me pueda bendecir?... Ahora que lo necesito… Ahora que voy a morir… ¿Es que nada ni nadie me puede ayudar?

Como un anticipo de su partida y meses antes que esta sucediera, Esther tuvo una descompensación severa y llegamos nuevamente al hospital. Creo que esto fue como a las 22 horas, en la noche. La llevaron a la unidad de Cuidados Intermedios y me prohibieron entrar a verla. Yo me senté en una silla afuera y allí estuve.

Mi versión…
De pronto y al amanecer, nuevamente sentí que Esther me llamaba. Era un aviso tranquilo, pero sin demora. Entré a la UCI y rodeando su cama habían como cuatro médicos. el Dr. Ramírez dijo… Déjenlo, es el esposo, se va a despedir… Yo llegué a la cama y le tomé la mano a Ester y le dije… ¿Qué pasa amor mío? ¿Por qué me llamaste? Ven conmigo. Yo ya llegué… Entonces ella apretó mi mano con la suya. Abrió los ojos y sonrió.

Versión médica...
Mi amigo el Dr. Ramírez, esa noche o muy temprano en la mañana, llamó a Mireya, mi hija y le dijo… Tu mamá, Mireyita, está en coma. Tienen que venir a verla porque le queda muy poco para seguir con nosotros. Cuando Mireyita llegó con nuestros nietos, Esther ya tenía un pronóstico favorable.

Lo que sintió Esther…
Ella estaba en cama y la llevaron por un pasillo muy largo durante muy largo tiempo… de pronto desapareció el pasillo. Pero ella estaba siempre en su cama flotando… sin nada más que sus sábanas. Ella se sentía flotando en alguna parte del universo infinito… con muchas camas y mucha gente que flotaba tranquila en la misma dirección, dentro de un silencio absoluto. De pronto sintió que mi mano la tomaba. Ella la tomó… Ella la apretó… abrió sus ojos y me vio.

Mientras todo esto pasaba… mientras Esther viviendo moría… el problema de la bendiciones no se solucionaba. Y la ayuda llegó, encarnada en un viejo amigo de mi niñez. El Cato (Z.L.) trajo a un rabino recién llegado a Chile, que bendijo a Esther y bendijo nuestra unión en una muy hermosa ceremonia, que la hizo rejuvenecer. Esther volvió a ser mi niña inundada de amor. Fue un día maravilloso para ella. Y ese día… y todo lo que allí sucedió… y todo lo que hizo el rabino… yo nunca lo terminaré de agradecer. Para que yo pudiera reposar al lado de ella, cuando yo partiera, el rabino Daniel Zang y un año después, me convirtió oficialmente al judaísmo, aunque extraoficialmente, mi D's siempre fue el D's de Abraham. Eso de chico lo se. Esta es otra historia y de un amor diferente, pero de amor al fin. Algún día la contaré  (Ahora esta historia está en otra página de este mi blog, y se llama "Mi primera vida ¿fue en la época de Abraham o después?")

A la semana siguiente de su bendición Esther nos dejó. Poco antes partir, ella me dijo… Aunque yo me vaya, estaré siempre en tu corazón y a tu lado. Tú llorarás mi partida pero vendrá otra mujer que te querrá mucho… y recuerdo que dijo textualmente… será una muy buena mujer. Ya verás… Y el día de mi última oración por mi duelo… al salir de rezar en mi sinagoga… allí estaba Ruth. Miré sus ojos y vi su alma llena de amor… ¿Quién la envió? Ruth no lo sabe, aunque lo sospecha… pero yo si lo se. Y será nuestro secreto ¿No? … Lo que entonces sentí, recién lo he escrito en el poema "Al terminar mis oraciones" que está colgado en este mi blog.

Para finalizar este relato, les cuento a mis lectores... prácticamente todo lo que he sentido y narrado está en mis poemas, colgados en la Internet y recitados por poetisas españolas. Si desean verlos sólo vayan a mi blog y en la página “Mis poemas y otros poemas, en otros sitios del cielo, que hoy llaman sin poesía "un espacio virtual" y allí sigan las instrucciones para entrar a Logos Library y leer esos… mis primeros poemas. Hay algunos muy hermosos, pero desgarradores. Otros con muchas esperanzas… hay de todo lo que se puede sentir cuando se ama y … Hoy sólo acompañaré esta narración con el poema que llamé…

“La primera vez que recé”

escrito en el 2003 y que fue uno de mis primeros poemas para Esther ya enfermita y quizás el primero que ella nunca conoció. Hoy veo que este poema tiene poca técnica y por eso necesita fluidez. Como poema, está lejos de satisfacerme, pero les puedo asegurar… este poema tiene mucho corazón.



He cambiado.
Soy mejor.
Me ha cambiado
el amor.

Ayudé
por compartir.
Ahora se que ayudé,
ayudé para vivir.

Un día sentí que llamaba.
Sentí
sus manos pidiendo,
pidiendo al hombre que amaba,
sus manos pidiendo por mi.

La sentí a ella cayendo.
Sentí que debía ayudar.
Sentí su alma sufriendo.
Sentí mi vida acabar.

En mis brazos la acuné.
Su vida había escapado.

MIRÉ AL CIELO Y ORÉ.

¡Devuelve lo que has llevado!
¡Devuélvela! te rogué.

Nunca antes me vi hincado,
ni rogando a mi Señor.

¡EL MILAGRO SUCEDIÓ!

De nuevo la vieja mía,
no fue carne vacía,
cuando su alma volvió.

Esa yapita tuvimos
que aún te agradezco Señor.
Por esa yapita hoy vivimos,
hoy vivimos el amor.

Por eso he cambiado.
Por eso hoy soy mejor.
El Amor me ha cambiado

¡TÚ ME HAS CAMBIADO SEÑOR!





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