miércoles, 1 de agosto de 2012

7ª ESTROFA DE AMOR





Amigos míos. Esta es la séptima y última de mis primeras “estrofas de amor”. Es la séptima de esas estrofas que escribí alrededor de de 1950 para Esther. De esas estrofas que originalmente fueron poemas y que como poemas, ya entonces, no me gustaron. Recuerdo que en ese lejano entonces las podé y curiosamente, los pocos versos que dejé, eran hermosos y decían lo que mi corazón quería expresar. Recuerdo que ninguno de ellos, se lo di escrito a Esther, pero que consciente de su posible olvido, los escribí en las hojas renovables, de una pequeña libreta con tapas negras y flexibles, que creí iba a conservar de por vida. Como eran hojas renovables y perforadas de unos 14 por 8 cm. y yo entonces tenía una vieja y querida máquina de escribir portátil “Corona”, regalo que mi abuelo Rafael me hiciera en sus últimos días, escribí esos poemas con esa máquina y en esas pequeñas hojas. Esa máquina que estaba llena de amor, escribió mis primeros poemas de amor. Y como no los boté, esas hojas quedaron perdidas hasta que Esther enfermó y yo dejé todo lo que logré ser, para cuidar a esa parte de mi vida que se iba. Cuando ya el cuerpo de ella, casi había emprendido el camino sin retorno y tuve que regalar y vender todo lo que teníamos para cambiarnos a un pequeño departamento, aparecieron esas primitivas hojas donde los poemas se mantuvieron. Hoy ni se si ellas aún están o si también se fueron. Pero se que ellas quedaron enredadas en los circuitos eléctricos de un computador (¿cómo y cuándo? ... no lo se… no lo recuerdo…) y cuando reemprendí el camino de la poesía, como en el año 2000, ellas me demostraron que yo podía escribir. Y volví a estudiar… y a estudiar… para escribir poesía. Y leí y releí mucha poesía. Y de pronto, yo volví a sentir la poesía que yo escribía. Sólo entonces, cuando supe que podía escribir y decir lo que yo sentía, en ese idioma que se llama poesía… comencé a decirle a Esther lo que vida de ella me había dado. Durante años - no fueron más de dos años - sólo ella los leía. Pero Esther no quiso que eso que yo le escribía, fuera sólo de ella. Esther siempre compartía amor con el que no lo tenía. Por eso ella me impulsó a unirme con algunos grupos de poesía en Internet y esos grupos, conocieron y compartieron mi dolor, junto con la belleza de mi amor a la vida. En esos grupos hay muchas personas que me ayudaron, cuyos nombres están grabados a fuego dentro de mi. Hay personas… hermosas almas de Italia, de Croacia, de Norte América, de Uruguay, y de muchos otros lugares que sería largo y lato de enumerar, cuyos corazones ayudaron al mío a resistir. Y así nació “mi poesía”, esa misma poesía que hoy es leída y ha sido premiada, porque ha tocado a muchos corazones. Esa misma poesía que hoy ha sido honrada por la UNESCO al incluirme como Poeta del Mundo. Esa misma poesía que con sus letras, ha humedecido los ojos de los que han amado y han recordado lo perdido. Como yo. Pero a diferencia de mi, muchos no han sanado. No han encontrado otro amor que les haya cerrado sus heridas. Cuando hay un corazón que está dispuesto a amar, aunque esté muy herido, siempre podrá encontrar otro corazón dispuesto a amar y ser amado. Y yo lo encontré. Por mi dolor de amor, creo que tuve cáncer y creo que la dulzura de otro amor, la dulzura de Ruth me sanó. Y por ese amor… es que hoy estoy con ustedes… convencido que no hay edades para tener amor. Y convencido además, que no hay vida sin amor ni amor sin vida. Quizás por eso, este pequeño poema que yo he mal llamado estrofa, es tan valioso para mi. Como poema no es una gran cosa, pero dice lo que mi alma sentía, hace más de 60 años, que no han quedado atrás... años que no han sido olvidados, aunque un nuevo amor me hizo volver a vivir, volver a sentir el amor que yo he querido. Ya mi alma no es un alma olvidada, abandonada que flota en la nada, nuevamente es un alma enamorada.





Estrofas de amor
(7ª última de mis primeras estrofas)


Sólo conozco dos gemas…
luces y poemas…
que son estrellas
y son rosas.

Son dos bellas
mariposas.

Son tus ojos color de mar…

Son tus dos hermosos zafiros,
que con uno de tus suspiros
en mi alma quiero engastar.





Este poema no tiene fecha y es el último que encontré… de ese lejano y hermoso tiempo de juventud, cuando conocí y me enamoré de Esther.



Humberto Silva Morelli

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