Cuando yo era un
pequeño regalón…
tenía un bonito
lorito
mamón…
que me amaba…
y me besaba
el corazón.
Después que
murió mi lorito
no tuve lorito,
gatito,
ni perrito
que me molestara,
que me amara
hasta que me
casé.
Entonces compré
un perro chiquito
y también bonito…
que de grande
sería
alto-fornido…
y viviría
en el patio
interior
de mi nuevo nido
de amor.
Después tuve más
perritos
bonitos…
criados
y educados…
pero eran como
la gente…
cada uno
diferente
aunque todos nos
dieron amor.
El primero fue
inteligente
y cuidador.
Otro saltaba
panderetas
y puertas
completas.
El último fue un
dulce bombón.
Un negro panzón
y mamón…
que lo quisimos…
y por quererlo
lo dimos…
cuando supe que ella
iba a partir.
Yo estaba
herido…
Y cuando ella se
hubo ido…
¡Quise morir!
Pero D’s no lo
quiso…
no hizo
caso de mi dolor,
al darme un
nuevo bálsamo de amor.
Y fui amado.
Y nuevamente caí
enamorado.
Volví a vivir.
Y volví a
sentir…
que la vida
corría a mi lado.
¿El ruaj de mis
perritos,
estará en el
cielo…
con la neshamá
de su mamá?
Ahora tengo dos
gatitos...
cariñosos
melosos.
Nuevamente vivo
enamorado.
Nuevamente me
han amado.
Nuevamente me
han besado.
Así es la vida.
Simple y
escondida…
complicada y pervertida.
Difícil de
entender…
Pero si tú la
sabes querer…
ella será tu
amada.
Será tu eterno
renacer.
Humberto Silva Morelli
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