En el país de Momoplían…
hubo un pronunciamiento.
(Este es un
poema-ficción. Cualquier parecido
con sucesos reales es
pura casualidad. Además
el país Momoplían, solo existe
en mis recu-
rrentes sueños de poeta).
En el país de
Momoplían
donde los momos vivían…
el día menos pensado…
hubo un Golpe de
Estado
que los golpistas
llamaron
“Pronunciamiento
Militar”…
Con ese nombre mataron
lo que se podía matar.
Primero te detenían
y si querías al Rey…
te mataban.
Muchos morían
en su ley
sólo porque hablaban.
El Rey
se suicidó…
y su palacio fue quemado.
Los partidos…
fueron tiempos idos.
Las ideas y el
pensamiento…
se los llevó el
viento.
Todo cambió.
La democracia murió.
Sólo quedó la
inteligencia degradada
de la hermandad
uniformada
y de los civiles que
los mandaban
y apoyaban.
Ellos se adueñaron de
Momoplían.
Y robando
y matando
lo hicieron funcionar…
lo hicieron marchar…
con la poca
inteligencia que tenían.
Así…
Allí…
En medio del lodo…
y dominando todo…
el Presidente de la
antigua ley
ratificó al nuevo Rey
para que hiciera
lo que quisiera
con la siguiente ley-mandato…
Bando:
“Recuerda que yo
mando…
Si reclamas te mato”.
Esa gente,
con el amor ausente
y la violencia
extrema…
acobardaron
y anularon
a los buenos de Momoplían
que aún allí vivían...
que no habían
arrancado,
que no se habían
exiliado.
Y de a poco…
según evoco…
asesinando
y robando
con mil engaños…
y en sólo pocos años…
lograron la total desgracia…
de anular todo lo que
hizo la democracia.

crearon un país
aciago…
donde todo el que
mandaba…
robaba,
mataba,
o hacía desaparecer…
según su real
entender.
Pero el pueblo se
aburrió de ser esclavo
y empezó a golpear.
Y el pueblo se puso
bravo,
porque sumergido
y escondido…
no se le podía pillar.
De noche…
fue tremendo el boche
de cordillera al mar.
Todo el mundo golpeaba
sin parar.
Feo golpeteo.
Feo caceroleo
que no paraba…
Que asustaba.
Los milicos no salían
porque no sabían
a quién matar.
¿A quién debo liquidar…?
¿Preguntaba un tonto, viejo
y contreras
a su querido general…?
Haz lo que quieras…
decía el dueño del mal.
Cuando ya no quedaba
nada qué robar
ni qué privatizar…
arremete
el Vil Pin Siete.
Vil Pin Siete se
llamaba
el que entonces mandaba
y también robaba,
como después se pudo
probar.
Ese mismo fue el que decidió
ser presidente
permanente
de Momoplían…
convencido que allí
todos lo querían.
Hizo un plebiscito
pensando que ganaría…
usando su poder y
picardía
dentro de un marco de
corrupción…
y perdió…
el guasón(*).
Por un poquito,
la luz se impuso ese
día…
y la oposición ganó.
Fue una democracia
castrada
la que llegó.
Y como decía el necio…
todo tiene su precio
y aquí no ha pasado
nada…
porque Momoplían pagó.
“Todo cambia para que
siga igual”
pensaba Maquiavelo
con el “Príncipe” como
aval…
dicho que aún sirve de
consuelo.
Ese fue el pago que ellos
aceptaron tener…
para dejar el poder.
Y la democracia
custodiada,
aherrojada,
amordazada,
violada,
acorralada,
desmedrada,
y ansiada
llegó
y se quedó…
recordando que aún
siendo poco,
lo que tengo y coloco…
es mucho mejor que
nada.
Todos los sistemas
aberrantes,
siguieron igual que
antes.
La privatización
de la educación
siguió igual…
como el pago de la
universidad…
como toda la maldad
del dictador.
Todo siguió con falta
de amor.
Y así…
aquí…
cohecha que te
cohecha…
volvió a ganar la
derecha
porque la gente
decente
no votó…
Se aburrió.
Se desilusionó.
¿Cambiará Momoplían
como en el plebiscito
decían?
No lo se…
He sido tan engañado
que ya no tengo fe.
Para bien o para mal…
todo sigue igual.
Pero algo ha cambiado…
Ya no se mata si uno
dice ¡Han robado!
Sin embargo siguen
robando
y matando…
porque hay muchas
maneras para robar,
y otras muchas para
matar.
¿Llegará el día en el
que todo pueda cambiar?
No lo se.
La esperanza agoniza…
y se triza
la fe.
Pero en ese pueblo
lleno de dolor,
aún vive la esperanza,
con la confianza
que da el amor.
(*) El
sempiterno enemigo de Batman se llama Guasón y se le dice así a toda persona
que representándose a si misma o a un grupo de personas, parezca tener sus cualidades
mentales, morales, dadas por sus actitudes teatrales de hombre bueno, como sucede
con las caretas que usan las personas
descritas, en los Ídolos de Sir Francis Bacon.
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