(El
Curita)… (2)
Recuerdo al tío Miguel (1),
con su sotana negra y
gastada…
con su profunda mirada…
dulce como la miel
y llena de amor.
Recuerdo su paciencia…
que da la ciencia
de un profesor.
Con el tío vivían…
me cuidaban…
me enseñaban…
y consentían…
mis tías Silva, Elena e
Inés…
Inés
era rubia-dorada como una mies
y Elena…
era de piel era morena
como papá.
Cuando yo aún era un crío
de mamá…
pasé seis diciembres (3) con
él…
con el tío Miguel…
en su casa personal.
Era una vacación anual
y cultural,
donde yo aprendí a dar
lo que sentía mío…
y así
poder amar…
como mi tío
Miguel…
Como él
me quería a mi.
Él me enseñaba…
leyendo y analizando algún
cuento
del Antiguo Testamento…
como lo llamaba…
y que hoy…
yo como soy
judío…
es ese libro mío
que yo llamo “Mi Torá”.
El me permitió entender lo
que allí está
y siempre estará.
El me enseñó a ver el amor
que mi madre me daba.
El dio esplendor…
a lo que mi padre me
enseñaba.
Y todo ese cariño…
que yo de niño
recibí
y le dí…
aún está aquí…
en mi corazón…
en mi razón.
Así…
Él…
el tío Miguel…
está…
y siempre estará
junto a papá
y mamá.
Aunque yo muera…
Aunque se muera
todo lo que yo quiera…
él está…
y siempre estará
junto a papá
y mamá.
Nota de
interés: Este no es sólo un homenaje al tío Miguel, un Hombre que para
mi fue y es un Hombre Santo. Lo que intento mostrar, es que en todas las
religiones, deben existir Hombres Santos. como mi tío Miguel. En mi larga vida
he conocido a varios que he creído son como era él. No son muchos los que he conocido,
pero los hay.
Humberto
Silva Morelli
1) Miguel Vargas Silva, Cura en Curicó.
2) Curicó es una ciudad al sur y relativamente cerca de
Santiago de Chile.
3) Lo narrado sucedió entre los años 1939 y 1944.
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