La Edad
Dorada…
La Edad Soñada
por la juventud
La Edad de la Plenitud
lograda.
El Otoño de la Vida…
y de la Acogida…
Son apodos…
acomodos
dados para ocultar,
una realidad difícil de mostrar…
por lo fea penosa
vergonzante y dolorosa
que es su pasar.
Los viejos…
somos olvidados
pellejos …
ninguneados…
perplejos…
generalmente descarriados…
pasmados…
confundidos…
y excluidos…
de la comunidad.
Además vivimos medicados
y acorralados
por la modernidad.
Estamos en la edad
de los inquietos
nietos,
con los que uno sólo puede jugar…
y amar,
pero de lejos…
sólo porque somos viejos.
Pasó la edad de criar…
amar.
Y de trabajar…
ni que hablar…
Los políticos de derecha e izquierda,
nos dan un pensión de mierda,
que no siempre alcanza para comer,
ni para pagar un puto alquiler
donde dormir.
Yo tengo para sobrevivir,
pero pocos lo pueden decir.
Por eso escribo…
Por eso vivo…
Y de lejos…
puedo ver la amargura
de esa personal locura…
que invade a esos viejos…
que no tienen para comer
ni pagar un alquiler.
Ande yo caliente…
¿Qué me importa la gente?
Es un viejo decir…
que justifica la permanencia,
la indecencia,
de este cruel modo de coexistir,
riqueza
con pobreza.
Humberto Silva Morelli
Entre el Año Nuevo hebreo y el Día del Gran Perdón (Yom Kippur), hay 10
días, en los cuales y mediante una desapasionada introspección, uno debiera
repensar su vida en el año recién pasado, utilizando los preceptos de La Torá. El poema que Ud. leyó es fruto de esta introspección,
porque yo… como poeta… casi siempre le he escrito a la belleza del alma. Pero
esta belleza y para nosotros los viejos, rara vez la vemos dentro de nuestra
sociedad. De primera intención, quise escribir… “dentro de la sociedad que nos
cobija”… pero esa sociedad que nos cobija no existe, por eso escribí: “dentro
de nuestra sociedad”. Este poema pareciera ser el grito de un poeta angustiado.
Pero no estoy angustiado… estoy muy desagradado, porque no he podido cambiar la
tradicional, alabada y a veces amoral “viveza” chilena, mostrada elegantemente
en los cuentos del huaso “Pedro Urdemales”… repito… no he podido cambiar esta
“viveza”, por la honestidad dada por el amor, como debiera ser… y como lo pide
La Torá.
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